Casi un año de huelga: el costo oculto para los usuarios del Tranvía en Tenerife

 


Empujones, cruce de palabras, faltas de respeto, malestar en general…, son algunas de las reacciones de las personas usuarias del tranvía en esas franjas de huelga que, un día sí y otro también, deben soportar mientras hacen uso de su derecho a viajar en transporte público, concretamente en el Tranvía de Tenerife.

Sin cuestionar el Derecho a la Huelga, que es totalmente legítimo y necesario, sí que pregunto ¿hasta cuándo la ciudadanía debe soportar los efectos de una huelga que dura ya casi un año y que les afecta directamente…? ¿Puede durar indefinidamente una huelga que afecta a terceros, ajenos a los propios trabajadores y empresa responsable?

En el contexto actual, las huelgas laborales son una herramienta fundamental para que los trabajadores defiendan sus derechos y reivindiquen mejores condiciones laborales. Sin embargo, estas acciones también pueden tener repercusiones significativas en la vida cotidiana de la ciudadanía. Un claro ejemplo de esto es la huelga que mantienen los trabajadores de Metropolitano de Tenerife, que ya lleva casi un año y afecta directamente a miles de usuarios del tranvía, trabajadores, estudiantes, enfermos…, clientes del transporte en general.

Recordemos que esta protesta laboral fue convocada por trabajadores/as en respuesta a diversas demandas relacionadas con mejoras en las condiciones laborales, seguridad y de la propia salud. A pesar de las distintas negociaciones, encuentros, reuniones, sacrificios salariales y demás..., ni la empresa Metropolitano de Tenerife, ni el Cabildo insular ni el comité de huelga han sido capaces de llegar a un acuerdo, las negociaciones han fracasado repetidamente, dejando a los usuarios atrapados en una situación molesta y estresante.

A ningún usuario/a del tranvía le es ajena la sensación de incomodidad y hasta de enfado que le produce pensar que, su salida o entrada del trabajo o estudios, va a coincidir con la franja horaria de la huelga. Me atrevería hasta a escribir que la gran mayoría de las personas que viajan en tranvía detestan ese letrero en el que se avisa que se está en horario de protesta y, a la vez, se pide disculpas.

Durante estos periodos de legítima protesta, gran parte de la ciudadanía se ve obligada a utilizar el tranvía, lo que se traduce en viajes hacinados y prolongados. Las horas pico se han convertido en un verdadero desafío, en las que los pasajeros deben lidiar con la falta de espacio y comodidad. ¡Y hasta con faltas de respeto! Esta situación no solo afecta el bienestar físico de los usuarios, sino que también genera un ambiente tenso y frustrante para quienes dependen del transporte público para sus desplazamientos diarios. Y si pensamos en personas que padecen algún tipo de discapacidad..., entonces es ya para mear y no echar gota. En varias ocasiones he visto como personas en sillas de rueda o con muletas se quedan en las paradas por no poder acceder al transporte público.

Las reacciones ciudadanas ante esta crisis han sido variadas. Algunos usuarios expresan su comprensión hacia las demandas legítimas de los trabajadores, mientras que otros sienten que sus necesidades están siendo ignoradas. "Es frustrante tener que viajar así todos los días", comenta un usuario habitual del tranvía. "Entiendo que los trabajadores luchan por sus derechos, pero también necesitamos un servicio adecuado", dicen otros.

El conflicto entre el comité de huelga y las autoridades locales plantea interrogantes sobre cómo se puede resolver esta situación. La falta de acuerdo parece que no llega y, por lo que vemos, tampoco se la espera. Supongo que desde la comodidad de un coche oficial o desde la cabina del tranvía todo se ve desde otro punto de vista.

Si esta situación continúa sin resolverse, las implicaciones podrían ser graves no solo para el transporte público en Tenerife, sino también para la calidad de vida de sus habitantes. Es imperativo que las autoridades locales actúen con rapidez para mediar en este conflicto y garantizar un servicio eficiente y humano.

Tal vez, solo tal vez –y por aportar una posible herramienta con el fin de alcanzar una solución-, por ejemplo, el conductor o conductora del tranvía, en esa franja de huelga, debería estar acompañado en su cabina por ocho o diez de sus compañeros/as, sintiendo el aliento de estos en su cogote y sin poder ni siquiera rascarse la oreja. Además, en ese mismo periodo de protesta, tanto la presidenta del Cabildo, Rosa Dávila, como la consejera responsable del área de Transporte, Eulalia García, como el gerente o responsable de Metropolitano, deberían de viajar en el tranvía aunque solo fuese por empatizar con los usuarios y usuarias, sentirse apretujados, sentir en sus carnes el maltrato que un día sí y otro también soporta la ciudadanía que hace uso de este transporte público.

En conclusión, la huelga de trabajadores del Metropolitano de Tenerife es un recordatorio palpable del delicado equilibrio entre los derechos laborales y las necesidades ciudadanas. La búsqueda de soluciones efectivas debe ser una prioridad para todas las partes involucradas, asegurando así un futuro más armonioso tanto para quienes trabajan en el sector como para quienes dependen diariamente del transporte público.


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