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Mostrando entradas de marzo, 2023

Mi padre, el mejor padre de mi mundo

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  Él y yo. Yo y él. Siempre ❤️ Cada día en casi todos los días, echo en falta esa mejilla en la que regalarte un beso. Te busco y te encuentro en todos los lugares, en todas las mañanas y en las noches más oscuras.  Te percibo en cada uno de mis miedos dándome fuerza... Y también en el final de cada frase que comienzo con un "te quiero, papi". A él le gustaba leerme pero a mí se me hace muy complicado escribirle.   A él le gustaba mi manera de juntar letras y me leía, entremezclando la admiración y el cariño -y también el disimulo cuando no entendía o no quería entender lo que escribía-. Hacer un poema para él me cuesta, me quedan pequeños los versos para definirle.  Escribir sobre su mirada franca y su alma translúcida o sobre la sabiduría con la que aceptaba los vaivenes... o sobre el amor incondicional a su familia... o sobre ese "saber estar" de gran señor y que no le vino de cuna... nunca resulta fácil. ¡Cómo meter todo esto en un poema! ¡Cómo voy a poder dibuj

8 de marzo. Todos los derechos, todas y en todas partes

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  Se repiten las horas, los días y hasta los años.  Se repiten los días festivos y también los reivindicativos. Se repiten las críticas y los aplausos... Parece que cambiáramos, pero en realidad sólo damos pasos hacia atrás o hacia delante. A veces pareciera que somos inamovibles en nuestro fuero interno, deleitándonos en la frase tan manida "lo bueno está por venir", postergando el tiempo, como si fuera nuestro..., almacenando recuerdos que nos impiden disfrutar del pan nuestro de cada día como si no creyésemos en el mañana. Se repiten las horas, los días y hasta los años, escapándosenos el tiempo entre un "más tarde", "después" o "luego", dando demasiada importancia a los proyectos a largo plazo cuando, en realidad, es lo efímero lo que perdura casi para siempre...

¡Feliz cumpleaños!

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  Me subí a la guagua y ocupé el asiento que está justo detrás del conductor. Detrás de mi subió una señora y ocupó el asiento de la fila paralela a la mía, dejando en el sillón contiguo al suyo 4 o 5 bolsas que llevaba. Esta señora, menuda y con rostro simpático, debía tener 70 años, año arriba año abajo. Por un movimiento algo brusco que realizó la mujer y que acompañó tocando el bolso, supuse que había sonado o vibrado su móvil. No me equivoqué. De repente se puso a rebuscar, lo sacó y lo encendió. Un pequeño grito sorpresivo la delató. Se tapó su cara con las manos e hizo ademán de un "¡no me lo puedo creer!". Me miró. Instintivamente disimulé desviando la atención hacia la calle, como que no había visto nada. Se levantó y se dirigió al conductor, con su móvil en mano. Cuidadosa y respetuosamente le preguntó: ¿Puedo hacerle una pregunta, señor? Él asintió. Le mostró la pantalla del móvil y le preguntó: ¿Usted ha visto alguna vez una tarta tan bonita como esta...? El hombr