Cuando nos confinaron hace dos años
Salía de casa muerta de miedo. Sin mascarilla (por entonces decían que no era necesaria). Me sumaba a la cola por fuera del supermercado, perfectamente ubicada sobre las rallas que habían colocado en la acera. Y esperaba hasta que pudiese entrar. El vigilante del super me rociaba las manos con gel y me indicaba, con un gesto de cabeza, que me pusiera guantes. Recuerdo que nunca hice la compra tan rápido como en aquellas ocasiones... En el regreso a casa la congoja me trancaba la garganta. A las 11 de la mañana todo, absolutamente todo, estaba cerrado. Me cruzaba con alguien por la calle pero ni nos mirábamos. Tenía la sensación que un simple pestañeo podía esparcir el maldito virus en nuestro entorno. A penas nos saludábamos pero bastaba un solo gesto para saber que el miedo era compartido. Cuando llegaba de la compra (cargada como una burra para no tener que salir en toda la semana), iba derechita a la ducha con ropa, zapatos, y guantes incluidos; lo mojaba y enjabonaba todo sobre m