El MAIT, un tesoro para los sentidos


El oído puede sentirse arrullado por los propios sonidos del museo, incluido el gorjeo de los pájaros que vuelan libres por el jardín. El paladar saliva con gusto respondiendo así a los naranjos del patio central, que se entregan generosos en una agradable tarde o mañana soleada. El olfato que responde satisfecho a la inhalación profunda, involuntaria, desde que atraviesas la puerta principal, en la que se entremezcla el aroma a arte finamente elaborado y enriquecido por manos aladas, bendecidas por la humildad y la majestuosidad al mismo tiempo. El tacto que explosiona sin hacerse material, pero capaz de traspasar la imaginación y sentir cada pieza, cada hendidura, cada fibra de seda o algodón; cada arista de madera en la que unas manos ávidas han sabido tallar un pueblo entero. La vista se engrandece hasta el infinito y como un haz de luz recorre cada rincón, cada sala, cada pieza de artesanía, cada joya única que guarda el MAIT.

Y el sentido común, que se pregunta una y otra vez. ¿Cómo es posible que sueñes con viajar a Marte sin haber disfrutado antes de este museo en el que se alojan maravillas de artesanía únicas en el mundo? 

El MAIT, Museo de Artesanía Iberoamericana de Tenerife, es una experiencia en sí mismo y hay que visitarlo. Es imprescindible pasear por su patio y admirar su atrio y balconada, sin prisas, con lluvia o sin lluvia, en verano o en invierno, por la mañana o por la tarde y henchirse del lujo que guarda y exhibe: un patrimonio museístico con obras artesanales, señeras, llegadas de diversos lugares del mundo. 

El Museo de Artesanía Iberoamericana de Tenerife se encuentra ubicado en la villa orotavense, en el antiguo convento de San Benito Abad, un proyecto que se inició con la cesión del terreno, propiedad de la familia Mesa, en el siglo XVI. En el siglo XVIII este convento se convierte en uno de los más importantes de la provincia por la belleza y arquitectura de sus instalaciones, un trabajo realizado por Antonio de Orbarán, arquitecto, escultor y dorador canario. ¿Y qué me dicen si les cuento que en las salas de este lugar estudiaron y se formaron en las Artes y las letras nada más y nada menos que personalidades de la talla del fabulista Tomás de Iriarte, el escritor José de Viera y Clavijo o el célebre ingeniero Agustín de Bethencourt, entre otros?

¿Resulta interesante o no un paseo por el MAIT, pisar por donde han pisado tantísimas personas relevantes de nuestra historia? Pues espera que te cuente más cositas.

Como casi todos sabemos, las propiedades religiosas sufrieron la Desamortización de Mendizábal, en el siglo XIX. Este tesoro de la Orotava -bueno, y de todo Tenerife-, también fue desamortizado transformándose en Liceo. Y posteriormente, en ciudadela, lugar en el que residieron las familias más humildes de La Villa.

Como sabemos, el tiempo pasa y nos afecta a casi todos, ya seamos humanos, montañas o reliquias históricas como esta joya arquitectónica a la que hacemos referencia. Sus diferentes usos, el tiempo y el abandono propició que el edificio fuese declarado en ruinas hasta que fue sometido a un proceso de restauración bajo la responsabilidad de la Viceconsejería de Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias y el Cabildo de Tenerife. 

Aunque la propiedad del lugar pertenece al Ayuntamiento de la Orotava, su uso lo ostenta el Cabildo de Tenerife, corporación que lo convierte, tras las obras necesarias, en Museo de Artesanía Iberoamericana de Tenerife, abriendo sus puertas en 1991, acogiendo una exposición permanente de la realidad artesana. 

En cualquier caso, es a partir de 2007 cuando el MAIT empieza a brillar con luz propia sobre sus  pasos y mostrando al mundo la menestralía atesorada.

Y la actividad en este regazo de historia no para desde entonces.

Recientemente se ha presentado en el Cabildo de Tenerife una iniciativa para divulgar y acercar los contenidos del MAIT a la población, pequeños vídeos de un minuto de duración que nos dejan con la miel en los labios, acrecentando el deseo de saber más, de ver más, de admirar más…, de acariciar con los sentidos cada uno de los tesoros de este “referente para Tenerife, para Canarias y para el mundo. ¡Cada pieza es única!”, como así lo indicó Francisco Linares, alcalde de La Orotava,  o “Villa museística” por los cinco museos de gran envergadura que alberga. “Estamos en el top, en la Champion de los museos”, subrayó.

Entre los tesoros que pueden deleitarnos y acrecentar nuestro patrimonio cultural propio, en el MAIT se encuentran auténticas piezas de valor incalculable, no solo por su exclusividad sino por lo que representan, ¡y cómo lo representan!

Colombia, Perú, México, Guatemala, Argentina, Bolivia, Canarias… y tantos otros lugares están representados en este “joyero”, único por su contenido. 

Solo me voy a detener en algunos de los tesoros de este museo, destacando, entre otros, la Máscara del Carnaval de Oruro, de Bolivia; la Virgen de Las Nieves, de Perú; Arcón Colombiano, trabajado en madera con la técnica de Taracea; un recipiente ritual con forma de animal, llamado Conopas, llegado de Perú; la Banda de esqueletos, de México, el Belén Kolla, de Argentina; la Caja de Cedro, también llamada arcón o baúl, procedente de Santa María de Guía, Gran Canaria; Gajo de Rosas, lienzo bordado, original de La Palma… Y así infinidad de riqueza artesanal que merece ser elevada a la categoría de Patrimonio Mundial, sin olvidarnos, por supuesto, de La Roseta, pieza de nuestra artesanía que puede presumir de una sala completita para ser exhibida y admirada.

Un alumnado de más de 7.000 personas, de distintos centros educativos, visitaron  el MAIT el pasado año. Y este año ya ha sido visitado por 11.000 personas. Sin duda, un espacio apetecible de andar y desandar por visitantes en general. Efraín Medina, consejero insular en el Cabildo de Tenerife, y artífice necesario para que la artesanía de la isla esté en el lugar que ocupa y que haya sido distinguida con el Premio Nacional de Artesanía, destaca que “hay que seguir trabajando por y para este espacio museístico. Vamos a seguir con la impronta de las noches del MAIT, tan temáticas y que nos trasladan a otros lugares. Vamos a seguir con las exposiciones itinerantes, llevando la riqueza del Museo a otros escenarios. Vamos a seguir con la interpretación, con la innovación y vamos a seguir, por supuesto, protegiendo nuestros oficios artesanos”.

El MAIT es mucho más que un museo. Un museo encapsulado, milimetrado, dedicado a la mera observación, es un museo muerto. 

Un museo proyectado hacia afuera, con vida propia, con acogimiento familiar en el que interactúan diferentes generaciones y tan arraigado a lo nuestro, es un museo vivo. 

El MAIT está muy vivo. ¿Te lo vas a perder…?





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