La palabra dada y el Marrón Glacé

 


Dicen que el que busca, encuentra. Y así es.

Oteando entre fotos que borrar o conservar, me encontré con esta imagen de hace unos pocos años. Y me rio de mi y conmigo de la propia vida. Y hago chistes y gracietas de momentos irrepetibles, afortunadamente. Es de lógica aplastante que lo bueno, si es breve, dos veces bueno.

Creo que nunca he estado tan cerca de ese escaño -ni en el fondo ni en la forma-, como ese día de la foto. Y eso que frecuentaba y frecuento "la casa de la palabra dicha y dada". (A veces, mucha palabra no cumplida, que también hay que reconocerlo... 😉).

Me senté un minuto y me bastó para asumir esa cara de desafío, prepotencia, nepotismo, poder... 

Ese asiento pesa, pero hacia dentro. No pesa quien se sienta, sino el escaño sobre quien cree que descansa en él. 

Años después  me pregunto cuántos de los que ahí reposan sus posaderas escapan a la sensación de sentirse engullidos/as por la cruda realidad de cada momento o, por el contrario, se sienten -y sientan-, relajados. Es solo una reflexión que me hago.

Sentarse en esa bancada no puede ser fácil. Ni debe ser asumido como fácil tampoco. Sinceramente, yo no podría. No puede ser sencillo intentar arreglar la vida de quien tiene la nevera vacía y, a la vez, participar del lujo y la "Vie en rose".

En fin, concluyo que cada quien ocupa el lugar que le corresponde. Unos, como yo, para una foto durante unos segundos (aparentar, simplemente. Postureo), otros/as durante más tiempo para comerse casi siempre un marrón. Sí, a veces, también, Marrón Glacé. 

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