El valor del pensamiento

 


Pensar en lo que otros piensan es tan cansino como recomendable.

A mi me da igual lo que usted piense u opine (bueno, exactamente igual, lo que se dice igual..., pues no). Usted es muy libre de cambiar de opinión como de ropa interior (y espero que sea frecuentemente: lo de la ropa interior, lo de los criterios usted verá), pero no suponga que siempre le van a tomar en consideración. 

En demasiadas ocasiones nos mostramos oscilatorios, como la Tierra. Aunque, a diferencia del espacio que nos sostiene, nuestras idas y venidas sí que son detectables.

Así y todo, hacemos de determinada situación un punto de equilibrio estable (por muy inestable que sea) y giramos alrededor de él o bien complaciéndonos o bien machacándonos.

La verdad es que, a veces -más de las necesarias-, actuamos sintiéndonos el mismo centro del Universo, como si no existiera nada más y aun sabiendo que existe casi todo.

Y en esos momentos de auto balanceo, especialmente en circunstancias adversas (porque son así casi siempre), apenitas que lo permitamos y por cualquier resquicio, milagrosamente se hace presente la Ley de La Gravedad y nos invita a caer a otra realidad mucho más apasionante y placentera -a veces, también dolorosa-, tanto como la vida misma con un abanico de posibilidades... 

Porque caer no es malo. ¡No todo va a ser fluir! 

Además, desde abajo se ve mejor lo que sucede arriba y por donde ascender de manera más satisfactoria.

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