Ruta de los Poetas Muertos: poesía, historia y emociones en el corazón de La Laguna
Entre dragos, palmeras y otras especies, el grupo de los
quince curiosos de cultura -sedientos de conocimientos y gustosos por la poesía-, se situaron formando un circulo en torno a Emilio Farrujia de la Rosa.
Él, enfundado en su traje gris marengo y bombín negro oscuro
(de los buenos, salido de una sombrerería de estilo, seguramente) entregó su
libro a los asistentes y ofreció algunas instrucciones sobre el recorrido por
el que nos guiaría en las calles laguneras.
Indicaciones sobre los autores, poemas, acertijos y hasta
crucigramas, fotografías de la época y reseñas completaban el contenido del ejemplar que nos acercaría a cada poeta, desandando el recorrido de los malabaristas
de la palabra hecha verso y andando la Ruta de los Poetas Muertos.
La Ruta está diseñada para pasar por donde están situados
los bustos a siete poetas laguneros: siete hombres que escribieron a las
bondades de estas islas, a su paisaje y a su paisanaje. Bustos que nos han
visto ir y venir una infinidad de veces sin que nos hayamos detenido, quizás, a
leer lo que escuetamente se ha escrito sobre ellos.
El recorrido, diseñado cuidadosamente por Farrujia, nos sitúa
frente a nuestro propio desconocimiento y nos invita a percatarnos de
auténticos tesoros de nuestro Patrimonio Histórico, intensificando, si cabe, el
orgullo de pertenencia.
Experiencia inconmensurable la de ser consciente de pasear
sobre calles diseñadas en el Mapa de Torriani, embebiéndonos del legado de
nuestros antepasados, atravesar los muros del Cabrera Pinto y dejarnos
embelesar por un poema recitado en el claustro del ya extinto Convento de San
Agustín, convertido a templo de la enseñanza y cuyos pasillos recorrió en
algún momento un tal Viera y Clavijo. Maravilla es cerrar lo ojos e intentar
rescatar las pisadas de Benito Pérez Galdós, Óscar Domínguez o el mismísimo
Juan Negrín por esos pasillos.
La verdad, es que tener la oportunidad de participar en esta ruta, imaginar a Antonio Zerolo o a Nijota disertando sobre la palabra escrita y el poema recitado en la esquina de Viana… o dejar que vuele la imaginación intentando escuchar a Guillermo Perera y a Domingo Juan Manrique en la sobremesa de cualquier Nochebuena de los primeros años del siglo XX, pero sin “cuñadeses” …, es dar forma a un nuevo capítulo cultural de la ciudad de Aguere.
Si ya de por sí La laguna es maravillosa, verla con ojos de “turistas residentes”, con sumo respeto por el entorno y sin molestar a los que van o los que vienen, escuchando cada explicación oportuna, en el tono correcto y con la palabra precisa, descubriendo sus joyas y conociendo un poco más a sus canarios referentes… es para reenamorarte una y mil veces de la ciudad., porque en La Laguna, cada verso tiene su esquina, y cada piedra del empedrado guarda un secreto del alma canaria
Gracias a Emilio y a cada una de las personas que formaron parte de este grupo y de esta experiencia.
Comentarios
Publicar un comentario