San Benito: ciudad, desarrollo y recuerdos

(en la fotografía, en la que se ve a Don Juan Carlos, acompañado por la Romera Mayor, Mari Carmen Laynez Cerdeña, y las damas de honor Julieta Laynez Cerdeña y Mency Tabares Miranda, fotografía cedida por el periódico digital lalagunaahora.com)

"San Benito Bendito.
Mira pa los campos secos.
Y haz algo pa que el Arcarde 
traiga el agua de los huecos".

Con estos versos de  Juan Pérez Delgado, más conocido como Nijota, iniciamos nuestro recorrido por uno de los núcleos urbanos más insignes de la ciudad de San Cristóbal de La Laguna: San Benito.

Cuando normalmente hablamos de San Benito, casi inmediatamente nos viene al recuerdo su tradicional Romería, su iglesia y sus centros educativos y de salud. Pero San Benito es mucho más que todo esto. San Benito es historia y tradición, es campo y cultivos, es ciudad viva, es fe e inspiración.


Pedro de Olive, en su Diccionario Estadístico Administrativo de las Islas Canarias, publicado en Barcelona en 1865, describía San Benito como un “caserío”, distante a 100 metros de la carretera (hoy Autopista del Norte), compuesto por 4 edificios de un piso, 1 de dos pisos, y una choza. En aquel tiempo, finales del siglo XVIII y principios del s. XIX, habitaban el lugar aproximadamente 30 personas. 

Situándonos en el presente encontramos que esta zona lagunera está flanqueada por uno de sus lados por la autopista del norte, una vía que fue recibida con ilusión y entusiasmo por lo que significaba de ahorro en tiempo de traslado para aquellas personas que se desplazaban desde el norte hasta La Laguna y Santa Cruz. Sobra decir que San Benito fue el principal lugar de paso para todas aquellas personas que se trasladaban desde el norte.
“Por San Benito hacían su aparición las paveras de Icod de los Trigos, quienes se trasladaban caminando hasta La Laguna. Y los cochineros de Icod el Alto que traían los lechones en el interior de dos cestas o raposas de varas de castaño cargadas sobre el mulo. Y por San Benito se encaminaban hacia La Laguna quienes, por los carnavales, se dedicaban a matar la culebra; así lo recordaba doña Manuela López Izquierdo, quien en 1989 contaba con 83 años de edad: Yo era muy niña y ahí donde le dicen Las Moneditas, en la carretera, veía por los carnavales un grupo de hombres pintados de negro, con un taparrabo y unas lonas en chanda, parecían negros de Cuba. A mí me daba miedo. Un niño les acompañaba con una culebra verde oscura, grande, que se movía. El niño la cogía por el centro y los negros bailaban alrededor al moverse la culebra y decían al niño: "mátala negro!", texto extraído de El Baleo, revista de la Sociedad Cooperativa del Campo “La Candelaria”.
San Benito fue lugar de tierras productivas y labranzas, paso para transeúntes y labriegos, sus carreteras eran frecuentadas por  agricultores y ganaderos, por peones agrícolas y transportadores de plátanos. 

En diferentes textos de Historia de Canarias podemos encontrar como, desde este lugar y en diferentes direcciones, partían camiones de estiércol “los compradores de estiércol-para las grandes fincas del Norte y Sur de la Isla- también solían hacer acto de presencia. Todo un mundo, el del estiércol o istiércal: propietarios, camioneros, cargadores e incluso localizadores de las cuadras donde vendían tan imprescindible producto. La sacada o saca del estiércol llegó a ser un referente en la vida de los ganaderos locales, momento elegido para contraer matrimonio, viajar o realizar determinadas reformas…”.

Como toda la ciudad de San Cristóbal de La Laguna, San Benito dejó de ser caserío para convertirse en parte de la evolución sin perder por ello sus propias señas de identidad, señas que dieron pie a lo que hoy se admira como Patrimonio de la Humanidad, aunque la vieja ermita con su plaza o las calles que guardan el eco de tantos pasos del pasado no figuren en los catálogos, “¡cómo bien lo merecen!, según exclaman algunos de los sanbeniteros más longevos.

La Iglesia de San Benito
La Iglesia de San Benito Abad sigue atrayendo a muchísimas personas, tanto por el propio servicio religioso como por su connotación histórica, aunque algunas personas estén algo disgustadas por las reformas que ha sufrido, tal y como destacó uno de los vecinos del lugar para quien los arreglos ejecutados no estuvieron a la altura del lugar, “la iglesia ya no es lo que era. Esto era una joya del pasado, del Gótico Tardío. Ahora es una mezcla de todo”.

La iglesia data de mediados del siglo XVI, se encuentra ubicada en la calle Marqués de Celada, y se caracteriza por singularidades en su construcción, propias de su tiempo, tanto en el interior como en el exterior. Posee unas dimensiones y planta de tendencia rectangular, con unas medidas de 26 m de largo, a los que se suman los casi 9 m del presbiterio; contando con una anchura de 8,50 m. El retablo principal ocupa la pared del fondo, con sendas puertas que conducen al almacén y a la sacristía, respectivamente. En un lateral de la tribuna aparece una pequeña escalera que conduce al campanario. A los pies de la nave existe un coro o tribuna alta, que ocupa todo su ancho y a la que se asciende por una escalera de caracol. Se apea sobre ménsulas de madera y en una columna de piedra con zapata lígnea. 


Antigua estación de guaguas

Teniendo en cuenta la ubicación estratégica de esta zona de La Laguna -lugar obligado de paso de todas aquellas personas que se trasladaban desde el norte de la Isla hacia la zona metropolitana y sureste, además de la proximidad al aeropuerto del Norte-, se construyó en este lugar la primera estación de guaguas, desde donde enlazaban las diferentes líneas de transporte público hacia los distintos destinos, convirtiendo este lugar en centro obligado de paso, con lo que ello significa de desarrollo comercial y urbanístico. Pero el 26 de marzo de 2011, la estación perdió su utilidad debido a que comenzó a funcionar en Intercambiador de Transportes de La Laguna, ubicado frente a la Sede Central de la Universidad. La antigua estación de guaguas, hoy un edificio abandonado junto a una superficie de 1200 m2 de dársenas, ha quedado en desuso administrativo y está siendo utilizada como aparcamiento.



Romería de San Benito

Allá por el año 1532, San Benito fue designado patrón y protector de los campos de La Laguna. Desde entonces y hasta aproximadamente 1952 se rindió al santo gratitud y fervor en manifestaciones religiosas.


“El 11 de julio de 1532, San Benito Abad se convirtió en patrón de las sementeras de Tenerife y, por ende, de las de La Laguna, al ostentar ésta la capitalidad de Canarias. Posteriormente su protección se extendería a los labradores, al ganado y al campo en general. Por entonces, Tenerife padecía una pertinaz sequía y, buscando un mediador que presidiera las rogativas, el gremio de labradores dispuso en un sombrero, en papeles doblados, los nombres de todos los santos. Esta peculiar "votación al azar" hubo de repetirse tres veces; en todas las ocasiones se extrajo el nombre de San Benito, lo cual fue considerado como un designio divino. Prueba de ello es que, según Juan Núñez de la Peña, el Cabildo de la isla prometió hacer tres fiestas cada año”, según puede leerse en diferentes documentos históricos.


En la isla de Tenerife, teniendo en cuenta las bondades de San Benito de Nursia, fundador de la Orden Benedictina, y las características eclesiales de la ciudad de La Laguna (iglesias y conventos), no era de extrañar que todos los caminos condujesen no a Roma pero sí a la Iglesia de San Benito en actitud de agradecimiento y de pago de promesas, ofrendas y rezos. Es a partir de la segunda mitad del siglo XX cuando los motivos y formas de agradecimiento fueron derivando y convirtiéndose en tradición popular, en parte de nuestra cultura, en lo que conocemos hoy como Romería.

Un defensor de las tradiciones laguneras pero sobre todo del campo de La Laguna fue Pedro Molina, quien, en la lectura del Pregón con motivo de las Fiestas de San Benito en el año 2017 (unos 6 meses antes de su fallecimiento), señaló la importancia de esta zona no solo para la ciudad de Los Adelantados sino para la isla en general, recordando aquella Feria y Exposición Municipal de Ganado que se celebró por primera vez en 1977, a iniciativa de la Cooperativa del Campo La Candelaria y de la Asociación de Ganaderos de Tenerife (AGATE).

Volviendo a la Romería, recordamos que inicialmente se celebrada en el mes de junio, si bien por condiciones meteorológicas posteriormente se trasladó al segundo domingo de julio. En 1958, el entonces don Juan Carlos I de Borbón realizó una visita oficial a la isla de Tenerife y presenció la Romería de San Benito Abad, siendo la primera y única romería de Canarias en contar con la presencia de un miembro de la Familia Real Española, como puede verse en la fotografía, en la que se ve a Don Juan Carlos, acompañado por la Romera Mayor, Mari Carmen Laynez Cerdeña, y las damas de honor Julieta Laynez Cerdeña y Mency Tabares Miranda, fotografía cedida por el periódico digital lalagunaahora.com

(En la fotografía, en la que se ve a Don Juan Carlos, acompañado por la Romera Mayor, Mari Carmen Laynez Cerdeña, y las damas de honor Julieta Laynez Cerdeña y Mency Tabares Miranda, fotografía cedida por el periódico digital lalagunaahora.com)

Baloncesto

Escribir sobre el barrio de San Benito es sinónimo de escribir de historia, cultura, agricultura, campo, movilidad, fiesta y deporte, entre otras circunstancias. Y si hacemos referencia al deporte debemos mencionar el baloncesto, una disciplina que ha hecho soñar y vibrar a muchas generaciones que coreaban el ¡vamos Canarias!, desde hace más de cuarenta años.

El Cantera Base 1939, también conocido como “Canarias”, es un equipo de baloncesto lagunero, fundado en 1939 con el nombre de Club Baloncesto Canarias. Tras algunas carambolas del destino de tipo económico y su ascenso a la Liga ACB, en la que juega actualmente, cambió su denominación a Iberostar Tenerife, por motivos de esponsorización, pero sus colores continúan siendo los de siempre: amarillo y negro. Aunque en la actualidad jueguen como local en el Pabellón Insular Santiago Martín (desde 2010), la cancha que les vio crecer fue la del Pabellón Juan Ríos Tejera, donde se jugó el primer partido de Liga ACB el 13 de septiembre de 1986.

“Por aquél entonces estaba ya en pie el polideportivo de San Benito, en el lugar donde anteriormente existía un campo de fútbol de tierra, así que las presiones hicieron que se reconvirtiera en la casa del Canarias en un tiempo récord para no tener que disputar el primer partido de la temporada 1986-87 en el Pabellón de los Deportes de Santa Cruz de Tenerife…”, destaca José Luis Hernández, lagunero y canarista de corazón, en su web Superbasket Canarias, añadiendo “ Desde un primer momento, la nueva pista del Canarias tomó el nombre de un lagunero de pro e ilustre valedor de la entidad aurinegra, don Juan Ríos Tejera, figura importantísima en la historia del club de Aguere. Con una capacidad inicial para 3.500 espectadores, aunque en algunos partidos se llegaron a meter 4.500 y años después se redujo su aforo por motivos de seguridad, la nueva instalación deportiva fue un auténtico salto de calidad para el conjunto amarillo y negro. Se trataba de una cancha espléndida para jugar al baloncesto, aunque guardaba un secreto desvelado años después por el compañero Agustín Arias en su libro Pepe Cabrera. Dos equipos, una pasión. Lo cierto es que las medidas eran menores a las mínimas reglamentarias pero Miguel Díez no iba a dejar a La Laguna sin la Liga ACB por 15 centímetros, así que decidió ir dando unas medidas irreales a la persona encargada de apuntarlas, unas medidas que daban la opción al Canarias de competir en su ciudad, en la bombonera y ante los suyos…”, en San Benito.


Cultura y tradiciones

Pasear por algunas calles de San Benito es dar un salto al pasado y a las tradiciones. Sin prisas, recorriendo este enclave podemos dejarnos sorprender por construcciones antiguas, casas de una sola planta, con techo de tejas y hasta cruces en sus fachadas, las cuales se llenan de color en cada festividad del 3 de mayo. Otras viviendas aún conservan los balcones de tea, ventanales largos y puertas con alturas considerables, a las que se puede acceder escalando los cinco peldaños que anteceden la entrada.



San Benito es desarrollo y ciudad, pero también es campo y recuerdos repletos del aroma del gofio y del trabajo de los artesanos, zapateros, barberos y lavanderas, santiguadoras, latoneros y herreros que se trasladaban en la Cirila de un lugar a otro. 

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