José Hernández Arocha, el tacuense de “Los últimos de Filipinas"


De paseo por La Laguna y adentrándonos en sus barrios llegamos a Taco. Paramos en el conocido Cruce de Taco, donde converge la Carretera Cuesta Taco y la Carretera General del Rosario. Nos situamos en la plazoleta que allí se encuentra y llama nuestra atención una vivienda, una casa típica canaria que ha sobrevivido a la modernización y a la industria. La vivienda, de una planta y tejado, flanqueada por el edificio de Vultesa y lo que fue la arepera de Taco, preside el cruce y las dos vías. En la fachada vemos una placa y leemos la inscripción: Plaza de José Hernández Arocha.


Pregunto a algunos viandantes y la respuesta no me satisface. Algunas personas me dicen que es el nombre de la calle, sólo eso. Camino unos metros y pregunto en un bar de la zona. Los allí presentes, hombres de edad avanzada, principalmente, indican que se trata del nombre de un héroe español que vivió allí pero a quien nunca se le ha dado toda la importancia que merece. “participó en la guerra de Filipinas y salió en una película”, me cuentan.

Para algunas personas “Los últimos de Filipinas” es sólo una película caballeresca. Para otros es la historia de unos héroes que merecen un honorífico reconocimiento. Y otros, quizás los más jóvenes, desafortunadamente, desconocen quienes fueron esos más de 50 hombres, protagonistas en el asedio de Baler, cuando Filipinas aún era parte de España. 


En las grandes batallas de la épica española es reseñable la Batalla del Sitio de Baler, que transcurrió desde el 30 de junio de 1898 hasta el 2 de junio de 1899, en la que participaron 54 soldados españoles en la defensa de la última posición española en las Filipinas, haciendo frente al ataque de 400 soldados del ejército tágalo.

33 fueron los supervivientes de Filipinas, más conocidos como “Los últimos de Filipinas”. De estos hombres, dos eran canarios: Eustaquio Gaspar Hernández, natural de Tuineje, y el lagunero (de Taco), José Hernández Arocha.

José Hernández Arocha nació el 18 de septiembre de 1876, hijo de Eulogio Hernández y Antonia Arocha, y dedicó sus primeros años de juventud a las tareas del campo lagunero. Con tan solo 19 años decidió enrolarse en el ejército, en las tropas que partieron hacia Filipinas, siendo destinado a Baler, lugar al que marchó el 7 de febrero de 1898. 

Tras casi un año de combates, hacinados en el interior de la iglesia de Baler, de superar enfermedades, hambre y hasta el beriberi, los soldados españoles resistieron incluso cuando ya la guerra había finalizado, hecho que desconocían y que no constataron hasta que lo leyeron publicado en un periódico de la época, entregado por el teniente coronel Aguilar, quien viajó desde Manila a convencer a estos soldados para que dejaran de defender el lugar que ya no pertenecía a España.
Los 33 supervivientes de Filipinas regresaron a nuestro país y José Hernández Arocha a la isla, el 9 de septiembre de 1899, siendo recibido por su familia y el Capitán General Aizpurua, quien, junto al alcalde de la Laguna, Lucas Vega, organizaron un concierto en su honor, que se celebró el 7 de octubre en el Teatro Viana, en la calle Juan de Vera. La recaudación de este concierto, unas 2.500 pesetas, fueron entregadas a José como premio a su heroicidad. 

En total, el joven militar recibió por su gesto heroico unas 3.725 pesetas. A las 2.500 del concierto se le sumaron otras 1.000 pesetas de la colecta realizada entre los compañeros de armas del destacamento de Tenerife. El Ayuntamiento de la Laguna le concedió 125 pesetas y la Comisión Provincial 100 pesetas.

Además, y como regalo de boda, se le otorgó en propiedad la casa en la que vivió junto a su familia en el barrio de Taco y por la que se le obligó a pagar la cantidad de 365 pesetas en concepto de derechos de donación. Esta vivienda estaría ubicada en la calle de "El Sol", (en lo que hoy en día está ocupado por el Parking, confecciones el 99 y otros, según me indican fuentes próximas a la familia de José). O sea, que nuestro protagonista vivió justo debajo de la plaza que, en la actualidad, lleva su nombre.

José Hernández Arocha, con 23 años, contrajo matrimonio el 17 de noviembre de 1899 con la también tacuense, Juana González y Díaz, junto a quien tendría cinco hijos, y de quien se quedaría viudo con solo 42 años de edad.



Casa de José Hernández Arocha (fachada blanca). Imagen cedida por Antonio  Herrera Gutierrez

También me comentan desde la familia del sr. Hernández Arocha que la casa que siempre se pensó que era la del héroe de Baler, en realidad es la casa que antiguamente se denominaba "casa del peón caminero" y que fue habitada por el abuelo de Salvador, policía municipal de La Laguna, ya jubilado. 

Volviendo a nuestra historia, a la trayectoria y descendencia de José Hernández Arocha, tras su viudedad se casó en segundas nupcias, con Dña. Elena Melián Arrón, una mujer mucho más joven que él y soltera,  con quien tuvo también cinco hijos. Exactamente, de sus hijos e hijas de este segundo matrimonio me cuentan que Servando era el mayor (y emigró a Venezuela); Domingo (que vivía en la calle de El Hierro, donde vivía su esposa, Petra, y uno de sus hijos), también tuvieron a Manuela (ya fallecida), Angelito (conocido como "el bizco" y a quien muchos recordarán al frente del bar ubicado frente a la Sala Nivaria, en el cruce de Taco) y el mas pequeño, Pepe, (quien se trasladó a la Gomera y donde falleció).

No fue hasta el mes de marzo de 1908 cuando José pudo empezar a cobrar la pensión vitalicia de 60 pesetas que les fue concedida a “Los últimos de Filipinas”. Siendo este dinero insuficiente para mantener su hogar, nuestro héroe comenzó a trabajar como jardinero en La Plaza de Weyler, en Santa Cruz.

En el año 1946, José Hernández Arocha recibe el Título de Teniente Honorífico y, años más tarde, concretamente el 14 de octubre de 1957 fallecía.

Hemos de añadir en torno a  nuestro protagonista que, si los "Últimos de Filipinas" aguantaron dentro de aquella iglesia de Baler fue, en parte, gracias a José, a quien se le atribuye el mérito (debido a sus conocimientos) de hacer el pozo que aprovisionara agua a la tropa. 
 
Concluyendo, aunque la vida y la política no trataron a José Hernández Arocha como merecía (ni prácticamente a ninguno de aquellos 33 hombres), lo que sí que es acertado es que, desde aquella decisión de enrolarse en el ejército, pasó a formar parte de la historia de este país y de su barrio de Taco,

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