Un San Valentín con buen humor


Pues sí, otro San Valentín diferente y muy igual al de los últimos años y van... ¡ni me acuerdo!

Tampoco me preocupa demasiado (esto es algo que decimos casi todos). Según las últimas estadísticas que miré al respecto -y cuando me preocupaba de verdad- solo el 5% de la población mundial vive felizmente en pareja. El resto no.
Vamos, que nos venden la moto desde niños que lo ideal es la pareja ¡y solo un 5% lo consigue!. ¡Enhorabuena a ese 5%!

El resto no tiene pareja o no es feliz del todo, por lo que sea, que motivos "haberlos, haylos":
- ¡Ya no me miras como antes! ¡Ya no me cuentas tus cosas! ¡Ya no me llamas! ¡Te duermes y te olvidas de mi! ¡Te hablo y no me haces caso! ¡Ya no me "buscas" todos los días y a todas horas!  ¿Por qué no me pusiste el emoticono del besito en el whatsapp? ¡Te olvidaste de mi cumple! ¡No te has fijado en la camisa que llevo puesta!...
Los mencionados son sólo algunos, existen otros todavía más "inocentes" (por no escribir "tontos") que pueden echar por tierra un día feliz de pareja.

Y a todas estas llega San Valentín. Y las hormonas se revolucionan. Y los escaparates se visten de corazones. Y los empresarios piensan en sus cajas registradoras. Y tú te dices ¡otro regalo que me ahorro!. Y lees "San Valentín es todos los días, no sólo el 14 de febrero". Y este año no hay cena tampoco, ni... ni...

Y de repente recuerdo mi último regalo: un manojo de berros, una verdura para sopa o potaje.

Aquel día salió y me dijo que me iba a traer un regalo. Con esas palabras quedaba perdonado por no felicitarme con un "te quiero" desde por la mañana. A las 4 o 5 horas regresó. Alargó su mano y me dio un precioso y frondoso manojo de berros, envuelto en una bolsa de plástico transparente. Me quedé parada y más plantada que aquel ramo verdoso. Reaccioné rápidamente. Busqué un jarrón. Lo llené de agua,  metí en él los berros y lo coloqué, ocupando el centro, en la mesa de la sala, a la entrada de la casa. 
A todas estas, él, mirándome extrañado, me dice: "son para el potaje". Pensé en comprarte flores pero es que están caras y terminan en la basura...

En fin, sobran comentarios y explicaciones sobre qué ocurrió después

Y dándole vueltas al asunto, desde otras perspectivas y pensando  que mi anecdotario quedaba en eso, en cuanto al  lado práctico de los regalos, descubro que no.

La vida transcurre, pasan los años y te tomas en serio lo de cuidarte, lo de los antioxidantes, vitaminas, magnesio, colágeno y demás. Y lo cuentas.

Y llega otro San Valentín y te dicen: Pues yo para regalarte un ramo de flores que se estropean, con lo que valen, te regalo 3 latas de sardinas que están llenas de Omega 3 
En fin, que Cupido se empeña en sorprenderme y me imaginé abriendo un precioso regalo con 3 latas de sardina

Total, que me lo tomo con humor. Pienso que, en ocasiones, solo nos falta que le pidamos a nuestras parejas que nos digan una palabra con amor y nos suelten algo así como "amorfo" o amortiguador".

O que, intentando salvar una noche de pasión y evocando momentos pasados, uno le diga al otro: 
-Amor, ¿recuerdas lo felices que éramos hace 4 años? 
Y el otro le diga a una: 
-Hace cuatro años no nos conocíamos

Total, que son muchos los que celebran no tener que celebrar San Valentín.

Al resto, ¡Felicidades!

Comentarios

  1. Vaya manía de que haya un día especial o mundial para todo. Vamos a comernos un potaje de berros y hagamos que el día sea especial. Pero no por ser San Valentín, si no porque queramos nosotros. No me gusta que me impongan nada

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    Respuestas
    1. La verdad es que si. ¡Qué sea San Valentín todos los días!(y que lo celebre quien pueda y tenga con quien, jeje)
      Gracias por tu comentario, Francis

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  2. Vaya manía de que haya un día especial o mundial para todo. Vamos a comernos un potaje de berros y hagamos que el día sea especial. Pero no por ser San Valentín, si no porque queramos nosotros. No me gusta que me impongan nada

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