Crisis que se alimentan de otras crisis...

Vanesa tiene a penas veintitrés años pero aparenta muchos más, no tanto por su madurez sino más bien por su desgaste físico. Aquella melena rubia que en algún momento hizo voltear a algún hombre ahora no es más que una especie de maraña de pelo seco y estropeado, con toda la apariencia de estropajo. La sonrisa de antaño, que deslumbraba por aquellos pedacitos de marfil perfectamente engarzados ha dado paso a una dentadura mellada y ennegrecida donde el amarillo ha dejado de reinar. Su cuerpo casi perfecto, dirían algunos, ha perdido su atractivo después de haber guardado dos criaturas cuyos partos no fueron precisamente fáciles. Además su joven piel, seca y agrietada, guarda las señales de la violencia descargada por quien tanto la “quiere”, porque Vanesa es de esas mujeres que siguen pensando que su macho pierde los nervios y la coge con ella pero que, en realidad, no quiere hacerle daño. Esta joven muchacha se me acercó llorando, tímida y temerosa, solicitando perdón an...