Rascarse el ombligo porque sí
Está el día como por estrenar y demasiadas cosas ocupan mi agenda de cabecera.
"Demasiado temprano para agobios", me digo, deteniendo mi ruido mental.
En ocasiones las sensaciones nos aturden y podemos incluso pensar que es más lo que nos queda por hacer que lo que realmente hemos realizado, fruto de nuestra ambición personal o de nuestro ego maltratado, tal vez.
Pero "hay que hacer...", siempre hay algo que hacer. Y si no, lo buscamos, porque nos han aleccionado en el engranaje y la productividad. Nos es inconcebible pararnos a rascarnos el ombligo por el mero hecho de sentir el placer de no hacer nada durante un rato.
Y así, una y otra vez, caemos o bien en el saco de la codicia o, no sé si peor, en el de la frustración.
"Tenemos que hacer", "tenemos que ser", "tenemos que llegar", "tenemos que conquistar, lograr o conseguir esto o aquello..." Y así se nos pasa la vida sin valorar en su justa medida el instante que vivimos y en el que, una sencilla sonrisa o un beso volado, se convierte en un trofeo diario.
Comentarios
Publicar un comentario