Día Mundial de la Radio


No se pueden poner puertas al campo, ni meter en un vaso un océano.
No se puede poner un Día para algo que es dueño de todos los días...

Es lo primero que oigo al despertar y lo último que escucho antes de dormir.
Siempre me ha acompañado, tanto en los buenos como en los malos momentos. A veces, bajo la almohada, otras en la cocina mientras ocupo mi tiempo en lo propio; de sonido de fondo mientras escribo o estudio; en el coche cuando me traslado o durante las esperas...

La radio, esa pequeña y extraña amiga que me lo ha dado casi todo... Jamás encontraré palabras apropiadas con las que describir mi leitmotiv con ella. Va más allá del propio sentimiento de pertenencia. He vivido con ella y he vivido de ella. En realidad es un no sé qué sin el cual no llego a imaginar como hubiesen sido mis días... ¡y mis noches!

Es ponerte ante el micrófono y olvidar casi todo eso que te incordia....
Es situarte tras el micrófono y dejarte, simplemente, acompañar...
No voy a escribir sobre su inmediatez, ni sobre su magia, ni sobre todas sus ventajas, ¡eso ya lo conocemos casi todos!
Deseo, sencillamente, escribir sobre su esencia.

¡Cuántas voces me han acompañado a lo largo de mi vida! 
¡Cuántos sonidos han entrado por mis oídos y se han alojado en mi alma para siempre!
¡Cuántas historias dentro y fuera de la radio!
¡Cuántas muertes al apagar la señal y cuántos nacimientos al ver, de nuevo esa señal, "en el aire"!
¡Cuántas carcajadas me ha regalado la radio y cuántas lágrimas me ha robado!
¡Cuántas ilusiones con cada frecuencia que se estrena y cuántas tristezas por cada una que se apaga!

La radio... ¡es esa compañía que llena todos los vacíos!



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