El día de mañana...

A veces pensábamos: "El día de mañana seré esto o seré lo otro. Tendré aquello y habré logrado lo siguiente..."  
A veces nos imaginábamos en el día de mañana como personas de éxito, contando mil batallas repletas de un realismo satisfactorio y enorgullecedor. 
A veces nos imaginábamos en el día de mañana rodeados de un "Hogar" -en mayúscula-, con el amor esperando tras la puerta deseoso de envolverse en un “nosotros”. 
A veces imaginábamos un día de mañana que nada tiene que ver con las mañanas vividas y revividas, expiadas, maltrechas, apasionantes y reales.  
Ahora, que ya estamos inmersos en esas jornadas, -andando el trecho de "El día de mañana"-, se me ocurre pensar que, en ocasiones, muchas, la realidad supera la ficción.  
Ahora, se me ocurre pensar que, tal vez, como lo imaginábamos no hubiese sido mejor de lo que es. Tal vez, en la forma sí... pero en el fondo no.
Viviendo todos esos "días de mañana" hemos aprendido, a lo largo de nuestros días que hemos tenido y seguimos teniendo capacidad para soñar, para volar, para andar de puntillas y, si es necesario, ¡caminar también de talón!
 
Sin duda, ha sido todo un aprendizaje haber podido llegar hasta aquí, enamorándonos de cada “hoy”, no por nada en especial, sino por esa sensación de vértigo que nos puede producir mirar hacia atrás y pensar: “¡Uff, de cuántas me he librado!” 
Por otro lado, en lo sentimental, en el plano de las emociones, en lo que realmente mueve el mundo, ¡cuántas derrotas y cuántos ratos felices nos han sorprendido en ese "día de mañana"! 
Puede que no nos hayan amado como hemos deseado, es cierto, pero nuestra capacidad de amar -si la tenemos-, es enorme. 
¡Y si hemos sentido la pasión, el sentimiento honesto, en cada relación como si fuese la única, entonces hemos sido afortunados! 
Y lo seguiremos siendo si nuestra apuesta se renueva, sin importar los años o las noches frías. 
El problema no recide en un corazón amoroso. No. El problema lo poseen y alimentan los corazones poco desarrollados, estériles y vacíos, los que nada tienen que dar porque nada poseen y que, en alguna que otra ocasión, hemos descubierto en esos cruces de camino.
Lo más importante, a pesar de todo, seguiremos activamente vivos en “El día de mañana” si somos capaces de no dejarnos tumbar por la desidia. 
Puede que aún nos quede tiempo para planificar, para poner en marcha nuevos deseos e imaginar qué seremos “cuando seamos grandes” en todos esos tiempos especiales... en “El día de Mañana” que nos regala la vida todos los días.    

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