Cuento de Navidad


Como cada día, al levantarse de la cama, lucha contra el "para qué" y el "otro día más" y se rearma.
Después de la propia rutina matutina, similar a la de casi todos, va hasta la cocina y, buscando entre la alacena encuentra el bote de café, lo mira y con satisfacción descubre que aún queda,  eso le recuerda que aún faltan dos días para ir a recoger la bolsa de alimentos que le dan en Cáritas...

Ya es la hora para despertar a su pequeña. Va hasta su cama y con un "buen día, princesa" acaricia su cara. María, que así se llama, abre poco a poco sus ojos a la vez que le regala una sonrisa. Saca una de sus manitas de debajo de la manta para devolverle la caricia, sin percatarse que entre sus pequeños dedos,  perfectamente doblada, y casi arrugada,  quedaba al descubierto su secreto.

-¿Qué guardas ahí? -Le pregunta mientras juguetea con ella haciéndole algunas cosquillas.
-¡No lo mires! ¡Es mi carta!. -Le dice y se ríe
-¿Tú carta? ¿Qué carta?.-Le pregunta con una tímida y disimulada sonrisa 
- ¡Es la carta para los Reyes! -Puntualiza María, mientras, de un salto, baja de la cama

¡La carta de los Reyes!, retumba en su mente como una amenaza. Otro año, -¡y ya van tres!- que los Reyes no atienden las cartas de su pequeña. Otro año que habrá que poner excusas, mentir y llorar, viendo los escaparates, devanándose  los sesos, intentando encontrar un "cómo" para que sus majestades de Oriente visiten a María, sin decepcionarla. 

Pasan las horas y el mismo tema runrunea en su cabeza. ¿Qué pedirá este año?, se pregunta. Tal vez sea lo mismo que el año pasado o el anterior, piensa. Necesita saberlo y busca la carta. Está allí, entre los pequeños tesoros de María. Se sienta en la orilla de la cama y lee:


Queridos Reyes Magos.
En este año he tenido ganas de portarme mal porque el año pasado me porté bien y no hicieron mucho caso a mi carta. A lo mejor es porque, como necesito que me cuiden y me alimenten y me vistan, mi familia sufre y ustedes están enfadados conmigo. Yo no sé qué hacer para ayudar en casa y eso es lo que pido este año, que ustedes que son reyes grandes y famosos, me digan qué puedo hacer. Yo me doy cuenta de la tristeza y de como, cuando se abre la nevera se disgustan porque está vacía. Ya no pido galletas ni dulces y en el cole me lo como todo porque dicen que debo estar agradecida porque, gracias a eso, estoy viva ya que en casa no hay casi nada...
Pero yo soy una niña y me gusta jugar. Miro la tele y sé que no puedo pedir esa muñeca que piden casi todas las niñas ni ese juego de mesa tan "diver" para jugar con los demás, ¡pero me gustan tanto!
Si les sobrara alguno de esos, ¿me lo podrían traer? Y si no, no pasa nada. Tráiganme lo que ustedes quieran pero, si puede ser, que no esté roto. Creo que no se dieron cuenta, claro, ¡tienen tanto que repartir que a lo mejor se equivocan! pero, es que el año pasado yo había pedido una muñeca, la Monster High y, cuando abrí el paquete, con un papel de regalo precioso, dentro había una muñeca pero un poco usada, con un brazo roto y, cuando le quise cambiar el vestido, en su barriguita y espalda habían muchos rayones de rotuladores y bolígrafos... En mi casa lloraron cuando la vieron y dijeron ¡Qué barbaridad!, ¡Cómo alguien puede regalar algo así! pero yo pienso que no se dieron cuenta...
También quiero pedir que, si hay sitio en sus camellos, traigan un regalito para los grandes. Ellos también ponen el zapatito, como yo, pero su espacio desde que no tienen trabajo está vacío y, de verdad, se portan muy bien.
Por último me da pena decirles que tampoco este año podré dejarles un bombón. El año pasado les puse unos caramelos de los que tiran en la cabalgata pero este año no podemos ir porque dicen en casa que no hay dinero para pagar el precio del transporte, así que los veré por la tele y no tengo caramelos, ¡pero les dejaré agua fresca y un poquito de hierba que, como ha llovido mucho, está por todas partes.
Muchas gracias Melchor, Gaspar y Baltasar y un beso de grande como de aquí al cielo

Para terminar de leerla hubo de parar en más de una ocasión ya que las lágrimas ahogadas en su garganta brotaban dificultándole la visión. La leyó, la dobló y la devolvió a su lugar.

Estaba decidido, lo había pensado con anterioridad pero lo haría en cuanto llegara del colegio. No podía seguir permitiendo que María se sintiera culpable, ni por un segundo, de la situación de pobreza que los envolvía. Tampoco podía robar para mantener la ilusión. Le contaría la verdad a la niña. Este año tampoco tendría lo que pedía y ya no contaba ni con fuerzas ni argumentos para disculpar "el despiste" de los Reyes.

Pasadas las tres de la tarde la peque llegó a casa repartiendo abrazos, presumiendo del menú del cole y de lo bien que había comido. 
En la tele, en las noticias decían algo así como que lo peor ya había pasado, que se vislumbraban repuntes económicos en la "macro no sé qué" y que España estaba creando empleo. ¡Más de lo mismo! pensó y bajó el volumen para escuchar lo que decía María y, a la vez, aprovechar para tener la tan temida conversación.

-Que dice la señora de la comida que la llames porque la carta de los Reyes este año hay que dársela a ella.
-No te entiendo, María.
-Que cuando salía del cole vi a la señora que nos da la bolsa de la comida...
-¿Doña Ana, la de Cáritas?
-Si, esa. Y me dijo que fueras a hablar con ella hoy, sin falta o que la llames porque este año la carta de los Reyes las recogen ellos para dárselas todas juntas a los pajes, para que no se pierdan...
-Ah, muy bien. Voy a hablar con ella.

Y fue. Y le dio una bolsa llena de alimentos propios de Navidad donde no faltaba una tableta de turrón, unas galletas de chocolate, un paquete de polvorones y hasta unas almendras garrapiñadas, ¡todo un manjar! Y, además, doña Ana le comentó que, a través de las redes sociales Cáritas estaba llevando a cabo una campaña para que los niños y niñas más necesitados tuvieran también ese regalo que les ilusiona. Se trata de padrinos y madrinas solidarias, de Reyes y Reinas que desean cumplir con alguno de los deseos de los más pequeños, con nombre y apellido.

https://www.youtube.com/watch?v=JO3Ni22YFXc (Aquí se puede escuchar la Campaña)


Volvió a casa, con la sonrisa dibujada en su rostro y una bolsa llena de Navidad. Sacó el árbol y lo llenó de bolas y, junto a su pequeña, comenzó a soñar


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