La ilusión, el tiempo y el interés


A veces ocurren cosas que suceden sólo una vez (siendo así más que suficiente.)..

En un lugar, no demasiado lejano, ocurrió en cierta ocasión que tres amigos llamados a encontrarse, a vivir juntos, tuvieron que dar un inmenso rodeo para después volver por el camino más corto, -cuando por fin volvieron- aunque siempre no fue así…

Ella, entre ellos dos: la ilusión
Desde la distancia más corta, ellos dos intentando cortejarla: el interés y el tiempo

La ilusión llegó a aquel lugar donde, hasta el momento, ni se la conocía ni se la esperaba.


Venía adornada con finas perlas de entusiasmo y la cubría un abrigo de la más auténtica verdad. 
No fue invitada a viajar ni falta que le hacía... 
Sin embargo, decidió comenzar aquella aventura iluminada por el resplandor de una bella sonrisa que le habían regalado en algún momento.


Desde que iniciara aquella trayectoria, bellas palabras y engalanados gestos salieron a su paso, haciéndola sentir aún más deseada y bien recibida.
Como guinda de pastel,  un día de forma sorpresiva, conoció al interés y al tiempo, quienes,  juntos, iban en la misma dirección. 
No hizo falta llevar a cabo demasiados preámbulos ya que rápidamente tomaron la decisión de hacer con ella el mismo camino.
Pronto las miradas y reclamos se centraron sobre semejante trío -ilusión, interés y tiempo- que se había convertido en pieza fundamental para vivir por encima de la propia vida.
No obstante, casi nada es para siempre y por un descuido esta unión cayó en picado ya que el interés se alejó de la ilusión y el tiempo empezó a correr a velocidad desenfrenada.


A partir de entonces, la ilusión comenzó a deambular sintiéndose fuera de lugar, sola  y distante de sus amigos; el tiempo ya casi no existía y el interés se había perdido…


Ilusión enfermó y murió sin saber que, de vez en cuando, el interés la añoraba en el silencio y el tiempo se arrepentía de no haberse regalado un poco más a ella. 


Esa ilusión se difuminó en el país de los sueños mientras que otras nacían por doquier intentando conocer a tiempo e interés pero al amparo de la desconfianza, no fuera que sufrieran la desolación de la primera.


Esas nuevas ilusiones crecían con la claridad del saber que si no hay tiempo es porque tampoco existe interés, el uno sin el otro carece de valor y de presencia…y sabiéndose, aún así, tal vez, predestinadas a desaparecer...

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