La fina lluvia caía como rocío sobre tu rostro
y furtivamente, un beso regalé a tus labios.
Sonreíste y tus ojos me miraron sorpresivos
presos de un asombroso agrado.


Quisiste extender tus brazos y abrigarme
y mi deseo buscaba refugio en ellos...
Entonces, sin quererlo, el frío helado desveló
que sólo se trataba de otro soñado sueño...

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